Ocurrió de madrugada. En uno de esos continuos desvelos nocturnos involuntarios que tengo desde que soy madre, consulté mi iPhone para ver la hora, y allí estaba en la pantalla la notificación de ese pequeño milagro que había creado la Inteligencia Artificial para mí.
Pocos días atrás había actualizado a la nueva versión de iOS, y debe ser que esta funcionalidad se activó automáticamente. No sé exactamente como sucedió, pero mi móvil había creado un vídeo para mí. Un vídeo que había titulado “Retratos de 2017”, y que estaba encabezado por una imagen en primer plano de mi hija. No verlo era imposible con semejante reclamo.
Casi 2 minutos de fotografías y videos bastante bien seleccionados, ordenados e intercalados con bastante buen gusto. Los acompañaba la música sensiblera de rigor, que ponía el acento a una madre nostálgica a punto de celebrar el segundo cumpleaños de su bebé, cada día menos bebé.
Superada la emoción, me transporté al verano de 2002. Una joven estudiante de periodismo en una sala de ordenadores Macintosh recibía un curso de Final Cut, un software de edición de video que, en aquel momento, era lo más puntero. Hasta 50 horas duró ese curso de verano, en él aprendí a hacer más o menos las mismas florituras que hoy, 2018, había hecho mi móvil SOLO, en un momento.
Al día siguiente revisé de nuevo el vídeo desde una posición más crítica. Alguna imagen estaba mal encuadrada, alguna foto mal seleccionada, alguna otra faltaba… El resultado con mi Final Cut 2002 hubiera sido mejor, concluí. Sin embargo, es un hecho que esto me hubiera llevado varias horas de trabajo. No me preocupa tanto el que algo que aprendí hacer yo hace 16 años, hoy lo pueda hacer la inteligencia artificial sin intervención humana alguna; como el que esa Inteligencia Artificial sea capaz de conmover con su resultado. Da vértigo pensar que la tecnología haya adquirido tanta autonomía como para despertar tus emociones sin que entre en la ecuación el factor humano. Por otro lado, y por quitar hierro al pensamiento apocalíptico que empezaba a inquietarme, decidí que, en este contexto, yo era presa fácil. Aunque me hubieran puesto la foto desenfocada de mi niña sacándose un moco con música del Fary de fondo, a mí me habría emocionado.
Grandes actores del mundo de la tecnología han comentado su visión sobre la IA en diferentes ocasiones. Bill Gates, Mark Zuckerberg, Elon Musk o Jeff Bezos, tienen opiniones controvertidas sobre cómo afectará al futuro de la humanidad la llegada de los bots al mundo laboral. Algunos ven una amenaza, otros una oportunidad… lo que sí queda claro para todos, es que el mercado laboral, tal y como lo conocemos hoy, cambiará radicalmente, y lo hará en cuestión de pocos años. El desaparecido Stephen Hawking afirmó en su día que “La Inteligencia Artificial será el evento más grande en la historia de la humanidad. Infortunadamente, también podría ser el último, a menos que aprendamos cómo evitar los riesgos”.
Para dar por cerrado el capítulo, y dado que el video realizado por la Inteligencia Artificial de mi iPhone ya existía, lo compartí con los abuelos para testar sus impresiones, y todos quedaron fascinados. Por último, me fui al más crítico de todos, mi marido. “¿Cuándo has hecho esto?”, me preguntó. “Cariño, es Inteligencia Artificial”, respondí.