Dos veces al año tenemos que cambiar la hora en nuestros relojes y dispositivos para adecuarnos al horario establecido, pero en mi caso particular pierdo la cuenta de las veces que le tengo que cambiar a mi padre la hora en el móvil para ponérsela en orden. Mi padre pertenece a esa parte de la sociedad a la que yo, cariñosamente, llamo “tecnoyayos”.
Todos tenemos en nuestro entorno a personas mas o menos hábiles con las tecnologías. Todos tenemos a nuestro técnico particular, a nuestro informático que, a cambio de una cerveza y una tapa nos soluciona miles de problemas. Si no se os ocurre nadie así en vuestro entorno, es porque quizás seáis vosotros esa persona.
El manejo diario de la tecnología, así como el dominio de vocabulario técnico son esenciales en la transición de la era analógica a la digital. Ese es un hándicap para las personas mayores en nuestro país, un lugar donde la penetración tecnológica ha sido muy lenta hasta la aceleración de los años 80, así como el uso del inglés, que no se ha extendido en la educación primaria hasta la última década y media.
Pero convertirse en un tecnoyayo no es solo cuestión de edad, es cuestión de descolgarse de las últimas novedades y tendencias. Es cuestión de dejar de lado el aprendizaje continuo. Hoy día, hasta los programadores informáticos temen quedarse obsoletos.
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El ranking de empresas mas valiosas del mundo en cuanto a capitalización bursátil tiene en cabeza a gigantes tecnológicos como Microsoft o Apple, pero también a empresas que, gracias a su inversión y enfoque hacia la innovación tecnológica se han convertido en auténticas minas de oro. Estoy hablando de Amazon, un comercio online como tantos otros, que decidió innovar tecnológicamente en cuanto a la logística y en cuanto a la interacción con los clientes, aprendiendo de ellos mediante herramientas para medir su comportamiento en la web. Una medición que cada vez más empresas ven esencial para guiar al cliente hacia donde la les interesa.
El mismo trabajo que realiza un teleoperador o un dependiente de tienda cuando prescriben un producto a un cliente lo puede realizar el propio cliente sin darse cuenta navegando por la web. Es la magia de la usabilidad web.
Si echamos un vistazo a dicho ranking y nos fijamos en empresas cuyo negocio no es, a priori, la tecnología, veremos que su éxito se debe al buen uso que hacen de ella, orientando su negocio a un mix entre lo tradicional y lo innovador.
Renovarse o morir
Según diversos estudios, España figura a la cola europea en innovación tecnológica en las empresas. El miedo al cambio, unido al una mentalidad de baja inversión en este sentido son una combinación fatal que nos aleja de ese tren bala que es la tecnología.
En un mundo en el que la competitividad es alta, en el que los márgenes de negocio se reducen y la innovación es cada vez mas complicada, el miedo a invertir en tecnología o en formación tecnológica es una constante en las empresas. Este es un error muy común y ampliamente refutado ya que invertir en tecnología y formar a los empleados en ella mejora la productividad.
El mundo cambia y la forma de trabajar no se libra de ello. Las herramientas, la interacción con los clientes, la demanda del mercado así como los productos y servicios, van enfocados a esa transformación tecnológica y digital. No queda otra, pues, que adaptar las empresas a esa transformación para no ser un dinosaurio tecnológico avocado a la extinción.
Igual que en las personas, esa formación continua de la que hablábamos antes, ese constante aprendizaje y ese interés permanente por la innovación puede evitar que nuestra empresa se convierta en un tecnoyayo que tenga que pedir ayuda a terceros para poner en hora el reloj de su negocio.